¿Qué es el transporte sostenible y qué papel desempeña en la lucha contra el cambio climático?

¿Qué es el transporte sostenible y qué papel desempeña en la lucha contra el cambio climático?
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Resumen:

  • El objetivo del transporte sostenible es minimizar las emisiones de gases de efecto invernadero y el impacto ambiental, mientras se garantiza su seguridad y asequibilidad, y que todas las personas tengan un acceso equitativo a la movilidad.

  • El transporte sostenible combina tecnología, planificación, políticas y cambios de comportamiento.
  • El sector del transporte es responsable del 13,7 % de las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel mundial, por lo que su transformación es urgente para hacer frente al cambio climático.
  • El transporte sostenible aporta muchos beneficios, entre ellos, estabilidad económica, una mejor salud pública, seguridad energética y resiliencia urbana.
  • Los países están incorporando esfuerzos de descarbonización del transporte en planes nacionales más generales vinculados al clima, la energía y las infraestructuras.
  • Entre los mayores desafíos que plantea la adopción del transporte sostenible se encuentran los vacíos de políticas y regulaciones, la elevada dependencia de los combustibles fósiles y los subsidios destinados a estos, así como las limitaciones tecnológicas y de datos.

¿Qué es el transporte sostenible?

El transporte sostenible se refiere a los sistemas de movilidad que pretenden minimizar las emisiones de gases de efecto invernadero y el impacto ambiental, a la vez que garantizan la seguridad y la asequibilidad, mejoran la eficiencia energética y del uso de recursos, y proporcionan un acceso equitativo a la movilidad para todas las personas. 

Incluye desde redes para peatones y ciclistas hasta transporte eléctrico por carretera basado en energías renovables; asimismo, cubre aspectos como la mejora de la movilidad pública y la adopción de combustibles limpios para el transporte marítimo y aéreo. Las mejoras en la eficiencia, la planificación y el uso del suelo, y el diseño de los sistemas son también un componente fundamental para que el transporte sea más sostenible.

El transporte sostenible no constituye una solución aislada, sino un enfoque sistémico que integra tecnología, infraestructuras, planificación, políticas y cambios de comportamiento para reducir las emisiones y mejorar la conectividad. Cuando están bien diseñados, los sistemas de transporte sostenible favorecen simultáneamente la salud, las oportunidades económicas y la protección del medio ambiente. Esta visión holística se aplica a todos los medios y zonas geográficas, lo que convierte al transporte en un poderoso pilar de la acción climática y el desarrollo sostenible.
 

¿Cómo es el transporte sostenible terrestre, acuático y aéreo? 

El transporte sostenible terrestre incluye la sustitución del uso de vehículos privados en favor del transporte público de bajas emisiones, como autobuses eléctricos a batería y sistemas ferroviarios alimentados por electricidad proveniente de fuentes renovables, junto con infraestructuras seguras e inclusivas para peatones y ciclistas. Estos sistemas se apoyan en la planificación urbana, la incorporación de sistemas de pago para múltiples medios de transporte y las herramientas digitales de movilidad que mejoran la calidad del servicio y reducen la congestión vehicular.

Para el transporte de carga, la movilidad sostenible implica modernizar las redes logísticas, ampliar las opciones multimodales de carga, como el ferrocarril y las vías navegables interiores, y electrificar u optimizar los sistemas de entrega en el último tramo para reducir el consumo de combustible y la contaminación. 

En el sector marítimo, el transporte sostenible implica la transición hacia combustibles renovables como los biocombustibles y los electrocombustibles sintéticos, la mejora del diseño y las operaciones de los buques para que sean más eficientes energéticamente, el suministro de energía eléctrica en puerto para los buques atracados, la descarbonización de las infraestructuras portuarias y el pilotaje de buques eléctricos a batería para rutas de corta distancia. Las tecnologías eólicas modernas, tales como las velas de rotor, las alas de succión y las cometas automatizadas, también desempeñan un papel cada vez más importante en el aprovechamiento de la energía eólica para reducir el consumo de combustible y las emisiones, sobre todo en el transporte marítimo de larga distancia.

En la aviación, la atención se centra en aumentar el uso de combustibles sostenibles, mejorar la eficiencia de los aviones, optimizar las trayectorias de vuelo —donde incluso un pequeño ajuste de ruta puede suponer importantes ahorros de combustible y menos emisiones— y explorar la propulsión eléctrica o de hidrógeno para rutas de corta distancia. 

¿Por qué es tan urgente transformar el sector del transporte ahora?

El sector del transporte es responsable del 13,7 % de las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel mundial, por lo que su transformación es urgente para hacer frente al cambio climático y cumplir los objetivos del Acuerdo de París.

En lo que respecta a los vehículos personales, esta transformación ha empezado a acelerarse en los últimos años. Los coches eléctricos representaron más del 20 % de todos los coches vendidos en 2024, y se espera que en 2025 esta cifra alcance el 25 %, es decir, 20 millones de vehículos. Las estaciones públicas de carga también se han duplicado en los últimos 2 años en respuesta a este crecimiento. Si se combinan con los avances en energías renovables, estos desarrollos pueden ayudar a reducir las emisiones del sector del transporte.

Al mismo tiempo, la descarbonización del sector del transporte también da respuesta a varios aspectos de la crisis de salud pública. La contaminación atmosférica contribuye a 6,7 millones de muertes prematuras al año, en su mayor parte, en países de ingreso bajo y mediano, y la contaminación acústica perjudica el bienestar y la calidad de vida de los residentes urbanos. Además, las lesiones por accidentes de tráfico cobran aproximadamente 1,19 millones de vidas cada año, y son la principal causa de muerte en niños y adultos jóvenes de entre 5 y 29 años. Rediseñar los sistemas de transporte para que sean más limpios, seguros e inclusivos es, por lo tanto, un paso fundamental no solo en el marco de la acción climática, sino para proteger la vida humana y la salud pública a gran escala.

El transporte sostenible también ayuda a los países a ser más resilientes en términos económicos. En un mundo cada vez más marcado por la volatilidad de los precios de la energía y la presión inflacionaria, los sistemas de transporte limpio ofrecen una mayor estabilidad a largo plazo. El transporte público electrificado, los servicios de movilidad compartida y la logística eficiente por tierra, agua y aire son cada vez más rentables, y los costos siguen bajando a medida que las tecnologías avanzan y se desarrollan los mercados. Además, las redes bien planificadas mejoran el acceso al empleo, la atención de la salud y la educación, sobre todo en el caso de las mujeres, la juventud, las personas con discapacidad y las comunidades desatendidas, al tiempo que reducen los costos de explotación. Aunque las inversiones iniciales pueden ser elevadas, los sistemas de transporte electrificados y eficientes reducen el consumo de energía, recortan los gastos relacionados con el tráfico, crean nuevos puestos de trabajo y conllevan ahorros en salud pública. Por lo tanto, estas inversiones tienen el potencial de amortizarse a mediano plazo.

Una forma de generar inversiones adicionales en transporte sostenible es redirigir los subsidios a los combustibles fósiles. Las estimaciones indican que los subsidios a los combustibles fósiles, tanto explícitos (gasto público directo) como implícitos (externalidades como los efectos del cambio climático o las muertes prematuras causadas por la contaminación atmosférica), alcanzaron los 7 billones de dólares de los Estados Unidos en 2022. Darle un nuevo destino incluso a una parte de los subsidios directos a los combustibles fósiles, junto con los esfuerzos para internalizar los costos externos a través de una fijación de precios y regulación inteligentes, podría ayudar a promover la financiación de soluciones de transporte sostenible que ofrezcan beneficios económicos, ambientales y sociales a largo plazo. Además, al reducir la dependencia del petróleo importado, que sigue siendo la fuente de casi la mitad del combustible para el transporte en todo el mundo, los países pueden reducir su exposición a la volatilidad de los precios del combustible y a las interrupciones del suministro. Esto reviste especial importancia para los pequeños Estados insulares en desarrollo (PEID), donde el petróleo importado puede representar más del 75 % del uso de combustible en el transporte (enlace en inglés), lo que convierte al transporte sostenible en un catalizador clave de la resiliencia energética. De esta manera, se aumenta la seguridad energética y se cimienta una base más estable para la inversión a largo plazo.

Al mismo tiempo, el transporte sostenible mejora el acceso a la movilidad de las comunidades desatendidas y favorece un desarrollo urbano inclusivo. También propicia ciudades más resilientes. Esto es especialmente importante, ya que el cambio climático está ejerciendo una presión cada vez mayor sobre las infraestructuras de transporte. Las inundaciones, las olas de calor, el aumento del nivel del mar y los fenómenos meteorológicos extremos están dañando carreteras, ferrocarriles, puertos y aeropuertos, lo que perjudica la movilidad, las cadenas de suministro y los servicios públicos. Fortalecer la capacidad de adaptación mediante una planificación resiliente al clima, el diseño de infraestructuras y la implementación de sistemas de alerta temprana es esencial para proteger las inversiones, salvaguardar el acceso y garantizar la continuidad del servicio ante los crecientes riesgos climáticos.
 

¿Qué herramientas normativas utilizan los países para fomentar el transporte sostenible? 

Países de todo el mundo están incorporando cada vez más el transporte en sus Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC, por sus siglas en inglés ) y en sus estrategias de desarrollo a largo plazo con bajas emisiones (LT-LEDS, por sus siglas en inglés) mientras trabajan para cumplir los objetivos del Acuerdo de París. Estos compromisos reflejan el creciente reconocimiento de que la descarbonización del transporte es esencial para reducir las emisiones y alcanzar objetivos de desarrollo más amplios.

Los planes y estrategias nacionales suelen incluir una combinación de medidas, como:

  • La electrificación de las flotas de vehículos públicos y privados

  • Inversiones en sistemas de transporte público, lo que incluye autobuses eléctricos e infraestructuras de carga de vehículos
  • La extensión de redes para peatones y ciclistas
  • La adopción de biocombustibles y energías limpias para el transporte de mercancías, aéreo y marítimo
  • La elaboración de planes maestros de transporte integrales y planes de movilidad urbana sostenible
  • Estudios de viabilidad y de oportunidades de mercado para favorecer las transiciones hacia un transporte sostenible
  • La aplicación de incentivos para los vehículos eléctricos de 2 y 3 ruedas y la carga en las horas de menor demanda
  • La promoción de medidas de reutilización, reciclaje y economía circular para las baterías
  • La estructuración de soluciones de financiación combinada para reducir el riesgo de la inversión privada en transporte limpio
  • La adopción de salvaguardas para limitar los efectos ambientales y sociales de la extracción de minerales esenciales

En muchos casos, los países también están incorporando iniciativas de descarbonización del transporte en planes más generales de los sectores de la energía, el transporte y las infraestructuras para garantizar la coherencia entre políticas, tecnologías y mecanismos de financiación, de modo que se fortalezca la articulación en toda la cadena de valor del transporte sostenible. 

¿Cuáles son los principales desafíos para implementar el transporte sostenible?

A pesar del creciente impulso que ha tomado, la adopción de sistemas de transporte sostenible se enfrenta a un complejo abanico de desafíos que abarcan la tecnología, la gobernanza, la financiación, las infraestructuras e incluso la resistencia cultural al cambio. 

El sector del transporte sigue dependiendo en gran medida de los combustibles fósiles, ya que el petróleo alimenta la inmensa mayoría de los vehículos, barcos y aviones. Los subsidios a los combustibles fósiles siguen distorsionando los mercados, ya que disminuyen la competitividad de las alternativas de bajas emisiones. Los elevados costos iniciales de los vehículos eléctricos, la infraestructura de carga, las mejoras de puertos y aeropuertos y las transiciones en todo el sistema siguen representando un obstáculo importante, especialmente en los países de ingreso mediano y bajo. Aunque el ahorro a largo plazo está comprobado, a muchos gobiernos y operadores les cuesta acceder al capital y a la financiación que se necesitan para hacer estas inversiones.

En muchos países de ingreso bajo y mediano, el éxito de la adopción de la movilidad eléctrica depende de las mejoras previas en el acceso a la energía y la fiabilidad de la red eléctrica. Sin estas inversiones fundamentales, los vehículos eléctricos corren el riesgo de saturar los sistemas eléctricos que ya de por sí son frágiles, mientras que las infraestructuras de carga infrautilizadas pueden convertirse en activos varados. Sin embargo, cuando se planifican de forma integral, las iniciativas de movilidad eléctrica y de acceso a la energía pueden reforzarse mutuamente. Por ejemplo, los vehículos eléctricos de 2 y 3 ruedas pueden servir no sólo como soluciones de transporte, sino también como unidades móviles de almacenamiento de energía, al ser un apoyo para los sistemas de energía distribuida y mejorar la resiliencia energética en zonas subatendidas.

También existen importantes vacíos de políticas y regulaciones. Muchos países carecen de una sintonía entre sus estrategias de transporte, normas sobre combustibles y emisiones o marcos que favorezcan la electrificación de los vehículos, el cambio de los medios de transporte, las prácticas de economía circular o la descarbonización de la aviación y el transporte marítimo. La falta de armonía entre las políticas de los sectores de la energía y del transporte perjudican aún más el progreso. Aunque a menudo está ausente, es fundamental que exista un planteamiento que englobe a todo el gobierno, y que logre una congruencia entre la planificación de infraestructuras, la generación de electricidad y el desarrollo urbano. La falta de infraestructuras energéticas propicias es otra limitación importante. En muchos países, la red eléctrica aún no está preparada para gestionar el aumento de la demanda derivado de la electrificación a gran escala de los vehículos.

Más allá de las infraestructuras, la propia organización del sector del transporte puede ser un obstáculo. En muchas zonas urbanas, los sistemas de transporte público están fragmentados o poco regulados, o funcionan mediante modelos de concesión obsoletos. En algunas regiones, los operadores informales llenan brechas en el servicio, pero dificultan la planificación integral. En tales contextos, la reorganización de las rutas, la racionalización de los servicios y la adopción de una regulación coordinada pueden tener más repercusión que el cambio tecnológico por sí mismo.

El transporte de mercancías, el transporte marítimo y la aviación también se enfrentan a desafíos particulares. Entre ellos figuran la complejidad de la logística transfronteriza, la fragmentación de las cadenas de suministro y la falta de combustibles con bajas emisiones de carbono que sean escalables. Los sectores difíciles de descarbonizar, como el transporte de mercancías de larga distancia y la aviación, requieren tanto innovación tecnológica como una coordinación normativa mundial.

Por último, muchos países se enfrentan a limitaciones tecnológicas y de datos. El acceso limitado a análisis en tiempo real, plataformas digitales de movilidad y herramientas de integración de los vehículos y la red eléctrica frena el despliegue de infraestructuras inteligentes. Mientras tanto, la circularidad y la gestión de residuos, especialmente en el caso de las baterías, los componentes de los buques y los materiales aeronáuticos siguen en una fase incipiente, con pocas soluciones a gran escala para la reutilización, el reciclaje y la eliminación segura.

Para superar estos obstáculos es necesario adoptar un enfoque integral que combine una reforma normativa, la inversión en sistemas energéticos propicios, la coordinación institucional, la planificación urbana, la innovación digital y la participación de las partes interesadas, con la resiliencia climática y la sostenibilidad a largo plazo como pilares fundamentales.
 

¿Cómo apoya el PNUD la transición mundial hacia un transporte sostenible?

El PNUD apoya a los países en la transición hacia un transporte sostenible mediante la reforma de las políticas, el desarrollo de capacidades, demostraciones tecnológicas y soluciones financieras. Si bien una parte significativa del trabajo del PNUD hasta la fecha se ha centrado en los sistemas de transporte público, también apoya esfuerzos más amplios en toda la cadena de valor del transporte, incluida la electrificación de vehículos más pequeños, la planificación de infraestructuras y las reformas institucionales.

Además, el PNUD se centra en el desarrollo de entornos propicios mediante el apoyo a los planes maestros nacionales de transporte y los planes de movilidad urbana sostenible, el fortalecimiento de los marcos políticos y jurídicos, y la mejora de la capacidad institucional para la planificación inclusiva e integral de la movilidad. El PNUD también colabora con los gobiernos, el sector privado y las instituciones financieras para facilitar la financiación climática, apoyar las adquisiciones sostenibles y promover modelos de economía circular.

En el Uruguay, el PNUD está apoyando una de las transiciones hacia el transporte sostenible más avanzadas del mundo. Partiendo del éxito de la transición energética, gracias a la que el 97 % de la electricidad procede ahora de energías renovables, el país está abordando su segunda transición: descarbonizar el transporte, que representa el 27 % de la demanda nacional de energía y sigue dependiendo en gran medida de los combustibles fósiles. El PNUD está ayudando a expandir la movilidad eléctrica mediante la puesta en funcionamiento de autobuses eléctricos e infraestructura de carga, y facilitando la integración de políticas.

En Ghana, el PNUD llevó a cabo el primer estudio de oportunidades de mercado de la movilidad eléctrica (enlace en inglés) del país sobre estaciones de carga para dar lugar a inversiones en transporte inteligente desde el punto de vista climático. La iniciativa evaluó el ecosistema emergente de vehículos eléctricos de Ghana: identificó modelos de negocio viables, carencias de las infraestructuras y necesidades de financiación. Se trata de un estudio fundamental para los planes nacionales de despliegue de 1.500 autobuses eléctricos y la extensión de las ciclovías.

En Líbano, el PNUD está ayudando a transformar el transporte urbano (enlace en inglés) mediante el despliegue de autobuses ecológicos, la mejora de las infraestructuras para ciclistas y peatones y la optimización del flujo del tráfico. Dado que más de la mitad de las emisiones relacionadas con el transporte proceden de los vehículos privados, este apoyo da prioridad a las comunidades de ingreso bajo para garantizar un acceso equitativo a opciones de transporte más limpias.

En la región de Asia y el Pacífico, el PNUD está impulsando la movilidad eléctrica en los PEID y las economías emergentes. En Samoa, los cargadores solares, el intercambio de baterías y los vehículos eléctricos piloto están reduciendo el consumo de combustibles fósiles. En Nauru, un proyecto financiado por el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAM) está elaborando un plan operativo para un sistema nacional de autobuses y ya ha desplegado dos autobuses eléctricos a batería. En Sri Lanka e Indonesia, el PNUD apoya la reconversión de motores y el despliegue de vehículos de 2 y 3 ruedas. En Pakistán, el PNUD está ayudando a diseñar un marco normativo nacional sobre vehículos eléctricos para orientar las futuras inversiones y medidas políticas.

En ciudades de todo el mundo, el PNUD colabora con el FMAM a través del Programa de Ciudades Sostenibles (enlace en inglés) para poner a prueba soluciones de transporte con bajas emisiones de carbono en el marco de estrategias de desarrollo urbano más amplias. En ciudades como Marrakech (Marruecos), San José (Costa Rica) y Sharm El-Sheikh (enlace en inglés) (Egipto), las iniciativas van desde el transporte público ecológico hasta la mejora de las infraestructuras para promover la circulación a pie y en bicicleta.
 

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