Estas son las iniciativas de cinco jóvenes líderes de América Latina y el Caribe que impulsan soluciones climáticas

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Estas son las iniciativas de cinco jóvenes líderes de América Latina y el Caribe que adelantan soluciones climáticas
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Los efectos del cambio climático se están intensificando, y la juventud en todo el mundo siente ansiedad respecto a su futuro. Sin embargo, aún se les excluye en gran medida de los espacios de toma de decisiones gubernamentales e internacionales que afectan directamente sus vidas.

En América Latina y el Caribe, las personas jóvenes de entre 15 y 29 años constituyen el 25 % de la población. Sin embargo, solo ocupan el 4,7 % de los puestos parlamentarios.

Este obstáculo no desalienta a la juventud de la región. Su determinación y profundo sentido de responsabilidad la lleva a crear sus propios espacios para impulsar el cambio en sus comunidades.

He aquí cinco jóvenes líderes de América Latina y el Caribe que trabajan activamente para hacer frente a la crisis climática.

Açucena: la investigadora

Açucena es una estudiante de Derecho en la Universidad Estatal de Feira de Santana, en Bahía, al noreste del Brasil. Sin embargo, su historia comenzó a 500 km de distancia, a orillas del río San Francisco. Creció en la comunidad indígena de Tumbalalá, donde recibió una educación escolar indígena.

Durante su infancia, fue testigo de la lucha de su comunidad y su familia por obtener los derechos sobre sus tierras. Esto avivó su determinación de estudiar Derecho y convertirse en defensora de los derechos de su pueblo. 

“Para nosotros, los pueblos indígenas, la demarcación de nuestros territorios es crucial para garantizar la preservación de la naturaleza, nuestras costumbres y nuestras tradiciones”. 

En 2021, Açucena asistió a la segunda Marcha de las Mujeres Indígenas en Brasilia, un punto decisivo en su trayectoria que le permitió establecer conexiones con la gran diversidad de pueblos indígenas de Brasil.

Como estudiante, Açucena investiga y ofrece asesoramiento sobre el Marco Temporal, una interpretación jurídica que restringe los derechos territoriales indígenas a los territorios ocupados de forma física y permanente a partir de 1988, año de la actual Constitución de Brasil. También estudia los impactos provocados por las centrales hidroeléctricas construidas en el territorio de su comunidad. Analiza cómo han afectado estas intervenciones a su comunidad y cómo contribuir a minimizar sus impactos y defender los derechos de los pueblos indígenas. 

“Entiendo que formamos parte de una minoría históricamente invisible que sufre a diario los impactos de la crisis climática y las constantes violaciones de sus derechos”. 

Açucena ha participado en varias conferencias y eventos internacionales sobre el clima, y ha llevado las voces de los pueblos indígenas de su comunidad y su país a los espacios de adopción de decisiones climáticas. Algunas de estas oportunidades las ha facilitado el PNUD, que respalda la inclusión de los pueblos indígenas en las negociaciones sobre el clima. 

Julián: el trabajador social

Julián tiene una formación en derecho y ciencias políticas, y le apasiona trabajar con comunidades vulnerables y luchar por los derechos humanos en su ciudad natal, Medellín (Colombia).  

A través de su organización, Somos por Naturaleza, él y un grupo de jóvenes ayudan a las comunidades a prepararse mejor para los efectos del cambio climático. Trabajan en La Honda, un asentamiento informal en los cerros de Medellín, donde se calcula que viven 20.000 personas, muchas de las cuales son migrantes o refugiadas que han huido de la violencia o son desplazadas internas. Debido a su ubicación vulnerable, La Honda se ve gravemente afectada por inundaciones y deslizamientos de tierra que se producen tras las tormentas fuertes. 

“Al trabajar con comunidades vulnerables, he llegado a comprender que los problemas ambientales son muy reales y que es urgente resolverlos”. 

Los asentamientos informales como La Honda no suelen tenerse en cuenta en los planes estatales de gestión de riesgos y prevención de desastres. Julián y su organización trabajan para cambiar esta situación. Mantienen a las autoridades informadas y las hacen responsables de incluir a estos barrios marginados en la planificación urbana y en las medidas de adaptación al cambio climático de Medellín. 

Además, colaboran activamente con la comunidad para aumentar la resiliencia a los efectos del cambio climático. Establecen sistemas comunitarios de monitoreo del clima y alerta temprana, capacitan a los líderes comunitarios sobre cómo responder a fenómenos climáticos extremos y realizan estudios demográficos para comprender mejor a la población del barrio y poder dar una respuesta rápida y adaptada a las necesidades locales. 

Gracias a un premio de Youth4Climate, Somos por Naturaleza pondrá en marcha intervenciones piloto concretas de adaptación al clima, como la plantación de árboles para reducir el riesgo de deslizamientos de tierra y la construcción de sistemas de drenaje para evitar inundaciones. 

Camila: la abogada

Desde que era muy pequeña, Camila encontró en su familia motivación para perseguir su vocación por la justicia social. Tras fallecer su madre, cuando ella tenía 11 años, quedó al cuidado de su tía y su tío, quienes le inculcaron el interés por los derechos humanos. Tras algunos años, esto llevó a Camila a graduarse en derecho. Después de asistir a una clase sobre derecho ambiental, se enamoró del tema.  

“Me di cuenta de que hoy en día no hay otra vía tan poderosa para los estudios de derechos humanos como el clima”. 

Hace cuatro años, Camila se unió a un grupo de jóvenes abogados que trabajan en casos de justicia climática y litigios sobre el clima. Su organización, Nuestro Futuro, ofrece programas educativos sobre derecho climático a instituciones de enseñanza superior y organiza actividades con jóvenes para generar conciencia y encontrar soluciones a los problemas relacionados con el clima.

Un momento decisivo en su trayectoria fue su trabajo con la comunidad de El Bosque, en Tabasco, la primera comunidad reconocida como desplazada por el clima en México, debido a la pérdida de una gran cantidad de casas por la erosión costera.  

Nuestro Futuro trabajó con la comunidad de El Bosque para avanzar las negociaciones con el gobierno y solicitar programas de reubicación. 

“Podía ver el rostro de las personas que vivían esta crisis climática todos los días y que lo podrían haber perdido todo". 

En la actualidad, Camila sigue trabajando con Nuestro Futuro, inspirada por sus colegas jóvenes, muchos de ellos mujeres, con el fin de proporcionar apoyo jurídico a las comunidades que más lo necesitan. Con la ayuda de Youth4Climate, organizan actividades para involucrar a la juventud, como hackatones sobre la abogacía pública relativa al clima. Les ofrecen mentorías, ayuda para mejorar sus proyectos y les enseñan cómo presentarlos a las autoridades pertinentes. 

José Francisco: el educador

José creció rodeado de una biodiversidad y una naturaleza extraordinarias en Loja, una pequeña ciudad del sur del Ecuador. Cuando tenía 11 años, una visita a las Islas Galápagos despertó su amor por el océano y selló su profunda conexión con el mundo natural, lo que lo inspiró a convertirse en biólogo.

Como estudiante, participó en un proyecto de investigación para estudiar los microorganismos del suelo en una comunidad minera artesanal de la Amazonía. Allí fue testigo, por primera vez, de la degradación ambiental y su impacto en las comunidades vulnerables. 

“Me di cuenta de que era una cuestión de contaminación ambiental, pero también de dignidad, educación, falta de infraestructura y pobreza”.

Después de graduarse, José notó que existía un obstáculo enorme en el acceso a la educación sobre los océanos y el clima. Muchos de los recursos no estaban disponibles en español o no llegaban a las comunidades más afectadas por los problemas ambientales y climáticos, especialmente la juventud. Decidió ponerse en acción. 

“No podemos esperar que las personas protejan lo que no conocen. La educación es una de las herramientas ambientales más valiosas”.

Junto con un grupo de jóvenes como él, cofundó la organización Academia del Océano, el primer centro de educación oceánica del Ecuador. La Academia del Océano ofrece cursos presenciales y virtuales, a los que han tenido la oportunidad de acceder miles de jóvenes de toda América Latina. Su centro educativo en la comunidad costera de San Jacinto, en el noroeste del Ecuador, también sirve como espacio comunitario y promueve la participación de la comunidad local en las iniciativas de conservación.

Como joven líder del programa Generation 17 (enlace en inglés), José tuvo la oportunidad de participar en conferencias internacionales sobre el medio ambiente, donde transmitió su experiencia e intercambió conocimientos e ideas con líderes de todo el mundo. Está comprometido con lograr que la educación sobre el océano sea más inclusiva, accesible y se adapte a las necesidades de las comunidades que se encuentran en primera línea frente al cambio climático. 

Tracey-Ann: la emprendedora social

Tracey-Ann proviene de una comunidad rural de Saint Catherine (Jamaica). Dio a luz muy joven, a los 13 años, pero, con el apoyo de su familia, pudo criar a su bebé y continuar sus estudios hasta obtener un título en finanzas y administración de empresas.

Sin embargo, afirma que su verdadera educación se la ha dado la vida. Como sobreviviente de la violencia de género, Tracey-Ann ha dedicado su vida a utilizar su voz y su experiencia para ayudar a otras personas y fundó I-SEEED Youths en 2017.  

“Para mi sorpresa, las personas empezaron a acercárseme. Las comunidades cercanas comenzaron a escuchar y yo me convertí en la voz de quienes no tenían voz en ese momento”. 

Tracey cree en la importancia de contar con un lugar donde las personas sobrevivientes de la violencia se sientan seguras y se puedan expresar, pero también en la importancia de crear oportunidades de empleo para ayudar a romper los ciclos de violencia. A través de I-SEEED, las mujeres y la juventud aprenden sobre la resiliencia climática y adquieren habilidades que les permiten conseguir un empleo. La organización ofrece capacitación en agricultura, negocios y educación climática en un invernadero que funciona con energía solar. 

“Empoderamos a la juventud para que vaya a diferentes comunidades y hable con la gente de los problemas que la afectan”. 

Con su organización, Tracey-Ann ha causado un impacto sobre la vida de casi 20.000 personas, mediante la creación de seis huertos climáticamente inteligentes y el establecimiento del primer modelo completamente operativo “de la granja a la mesa” dirigido por jóvenes y sobrevivientes de violencia de género en Jamaica. Combina la sostenibilidad, el activismo climático, la reconciliación social y el emprendimiento recurriendo a espacios seguros, un sentido de propósito y el amor por la Tierra y el medio ambiente.  

“Tan solo ver a la gente venir aquí, trabajar, escuchar sus historias, cuando te dicen que nunca nadie ha hecho esto por ellos. Esas son algunas de las cosas más poderosas”.