Cómo la acción climática impulsa el desarrollo local

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Mujer indígena en el bosque
Foto: PNUD Perú
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Este año se cumple el décimo aniversario tanto del Acuerdo de París como de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Estos instrumentos internacionales históricos en pos de un planeta sostenible están impulsando asimismo las economías del futuro. En efecto, el desarrollo local ya no puede separarse de la resiliencia climática, las transiciones hacia la descarbonización y la sostenibilidad medioambiental.

Tal y como exige el Acuerdo de París, los países están presentando actualmente su tercera generación de compromisos climáticos nacionales, conocidos como NDC, que se renuevan cada cinco años con una mayor ambición política. Pero las NDC no solo establecen objetivos de descarbonización, sino que ofrecen planes para las economías locales. 

Tres fronteras del desarrollo 

Cuando los gobiernos preparan sus NDC, deben abordar tres fronteras clave para el desarrollo local: la tierra, la energía y la resiliencia. Cada una de ellas combina la acción climática, los objetivos económicos y la sostenibilidad de forma inseparable. Cada una requiere enfoques políticos innovadores con mecanismos financieros adecuados. 

La tierra es la base de nuestras sociedades; es donde crecen los bosques, regulando así los ciclos del carbono y del agua, donde se cultivan los alimentos y donde se entrecruzan los medios de subsistencia rurales con la biodiversidad. Es también el origen de la mayor parte del comercio mundial. Por lo tanto, la gestión sostenible de la tierra es tanto una política climática como una estrategia de desarrollo económico, como ilustran algunos ejemplos de nuestro trabajo internacional.  

A través de su última NDC, Ecuador está alineando la gobernanza de la tierra y los bosques con la financiación de REDD+ en el marco del Acuerdo de París, ofreciendo incentivos económicos a los agricultores para la conservación de los bosques y movilizando créditos en condiciones favorables de los bancos nacionales para la producción libre de deforestación. A lo largo de los años, la NDC ha brindado una plataforma para la participación del sector privado. En particular, una alianza vinculada a la NDC entre el Gobierno de Ecuador, cooperativas locales, la empresa cafetera italiana Lavazza y el PNUD sirvió para establecer una iniciativa piloto de café libre de deforestación, promulgar regulaciones nacionales y establecer un sistema de certificación que combina información satelital con datos de los agricultores a través de teléfonos móviles. Esta alianza, Coffee for the Planet (Café por el planeta), ha dado lugar al primer café libre de deforestación certificado a nivel nacional en el mundo, que ahora llega a los mercados mundiales y ha sido reconocido con premios internacionales, como el AGFund y el Foro Económico Mundial. 

Al otro lado del mundo, Camboya acaba de publicar una NDC con políticas territoriales que abordan el cambio climático y apoyan a los agricultores y pueblos indígenas. Esta NDC ejemplar prevé incentivos financieros para las comunidades rurales por su papel en la protección de los bosques, la restauración de la tierra y la agricultura sostenible, con el apoyo de mecanismos de financiación climática en el marco del Acuerdo de París, como REDD+. 

Dado que los bosques son el ecosistema terrestre donde la naturaleza y el clima interactúan más intensamente, hemos estado apoyando al Gobierno de Brasil en la creación del Tropical Forest Forever Facility (TFFF), un mecanismo internacional de financiación mixta, liderado por el Sur Global y que acaba de ponerse en marcha en la cumbre climática de la ONU en Belém. El TFFF tiene como objetivo canalizar hasta 4000 millones de dólares estadounidenses al año a más de 70 países para sus bosques y los servicios ambientales asociados a ellos: clima, biodiversidad y agua. Cuenta con disposiciones específicas para asignar al menos el 20 % de los pagos directamente a los pueblos indígenas y las comunidades locales, reconociendo su papel crucial, aunque a menudo ignorado, en la gestión de los bosques. 

En la misma línea, en el PNUD estamos creando el Forest Guardians Investment Accelerator (Acelerador de Inversiones para los Guardianes de los Bosques) con el objetivo de facilitar alianzas económicas equitativas entre empresas privadas y pueblos indígenas para salvaguardar conjuntamente sus territorios forestales, los cuales sustentan tanto los medios de vida locales como los bienes comunes medioambientales mundiales. En esencia, una nueva generación de instrumentos financieros para los bosques impulsa la acción climática a nivel mundial, al tiempo que canaliza la financiación hacia las comunidades locales y las soluciones bioeconómicas indígenas. 

La transición energética es otro catalizador para la acción climática y el desarrollo económico local. El cambio a las energías renovables no solo reduce las emisiones de carbono, sino que también amplía las oportunidades económicas. Un análisis de escenarios (disponible en inglés) realizado por el PNUD y el Instituto Pardee reveló que la combinación de soluciones de energía renovable con medidas para promover los ODS podría sacar de la pobreza extrema a 60 millones de personas para 2030, y a casi 200 millones para 2050. Se estima que el impacto de esta sinergia sería mayor en el África subsahariana, la región donde las necesidades de desarrollo son más acuciantes. La inversión en energías renovables puede ampliar el acceso a la energía asequible, impulsar nuevas industrias locales y reducir la dependencia de las importaciones de combustibles fósiles, que a menudo ponen presión sobre las economías nacionales. Desde las minirredes solares que abastecen de energía a escuelas y clínicas, hasta los sistemas eólicos y microhidráulicos que dan soporte a las empresas locales, las inversiones en energía limpia refuerzan la resiliencia, crean puestos de trabajo y aceleran la transición hacia un futuro con bajas emisiones de carbono. De este modo, el clima y el desarrollo no son vías paralelas, sino una empresa conjunta. 

La resiliencia es la tercera frontera del desarrollo y la que atraviesa todos los sectores de la economía. La magnitud de los impactos climáticos se está acelerando, lo que perjudica a las sociedades, socava las economías y amenaza con reducir el PIB de muchos países. El cambio climático nos obliga a replantearnos cómo construimos, cómo cultivamos y cómo aseguramos los bienes. Las medidas de adaptación son ahora indispensables para los gobiernos, las empresas, las cooperativas y los hogares, lo que convierte la resiliencia climática en un imperativo económico. Es clave contar con una nueva ola de inversiones rurales para adaptar la gestión de la tierra y los sistemas agrícolas a los cambios y riesgos climáticos. Esto incluye desde comunidades que restauran manglares como iniciativas conjuntas para el clima y los medios de vida en Kenya, Viet Nam y Colombia, (enlace en inglés) hasta mujeres defensoras del clima que gestionan tierras agrícolas y costeras de forma integrada y ecológica en India (enlace en inglés). A mayor escala, las inversiones en infraestructuras resilientes, como la energía, el agua, el transporte y las telecomunicaciones, son cruciales en la era del cambio climático: el Banco Mundial ha estimado que cada inversión en infraestructuras resilientes (enlace en inglés) en los países en desarrollo genera cuatro veces más beneficios socioeconómicos. Del mismo modo, un reciente informe sobre resiliencia (disponible en inglés) de la Cámara de Comercio de los Estados Unidos afirma que cada dólar que no se invierte hoy en resiliencia ante los desastres puede costar a las comunidades hasta 33 dólares en pérdida de actividad económica futura. Por lo tanto, la adaptación al cambio climático no es solo un conjunto de disposiciones del Acuerdo de París o un plan de contingencia, sino que es una inversión a largo plazo en la resiliencia económica de las organizaciones, las comunidades y naciones enteras. 

Tres métodos políticos 

La integración de la acción climática, el desarrollo económico y la sostenibilidad medioambiental requiere innovaciones políticas. En el marco de la iniciativa Climate Promise, proponemos tres métodos políticos que convierten las NDC en aceleradores económicos: 

  1. Conectar: reunir a diferentes sectores del gobierno. Los días de la formulación de políticas aisladas han terminado. Las NDC y los ODS se diseñaron para estimular políticas integradas y financiaciones combinadas. Requieren que ministerios tan diversos como los de finanzas, energía, agricultura y medio ambiente debatan conjuntamente las agendas políticas, evalúen las compensaciones, encuentren sinergias, construyan vías de desarrollo resilientes y diseñen transiciones económicas justas.
  2. Incluir: involucrar a las personas en la planificación climática. Las NDC no solo deben consultar a las partes interesadas de grupos sociales, económicos y territoriales de cada sociedad, sino también aprovechar sus habilidades y tratar de invertir en ellas. Por ejemplo, los pueblos indígenas, que son los principales guardianes de los bosques tropicales, poseen sistemas de conocimiento y prácticas agroecológicas que garantizan servicios ambientales globales como la regulación del clima, la conservación de la biodiversidad y los flujos de agua. Se ha demostrado que el liderazgo de las mujeres permite expandir la acción climática en todo el mundo: en Ecuador, la participación de las mujeres en los incentivos financieros mejoró la protección de los bosques en un 33 % y amplió las zonas de agricultura sostenible en un 35 %. La juventud, que representa la mitad de la población mundial, ofrece soluciones innovadoras para el clima con una determinación sin precedentes por el cambio, como lo demuestran los más de 2000 jóvenes líderes de todo el mundo que participaron recientemente en los debates sobre las NDC con el apoyo de la iniciativa Climate Promise.
  3. Finanzas: alinear a los actores financieros con los objetivos climáticos. La financiación climática es financiación para el desarrollo. Para construir las economías del futuro, los países deben coordinar a los actores financieros, como las agencias presupuestarias nacionales, los bancos privados, las cámaras de comercio, los fondos medioambientales, las aseguradoras y las organizaciones filantrópicas, y orientar las inversiones hacia la descarbonización y la resiliencia. Se trata de un ejercicio político fundamental: los esfuerzos fragmentados diluyen el impacto; las inversiones alineadas lo multiplican. 
Un plan para el futuro 

Hace una década, el Acuerdo de París proporcionó al mundo el tratado más importante del siglo. Hoy en día, ofrece un plan internacional para impulsar las economías locales hacia un futuro sostenible y resiliente. Al transformar la gestión de la tierra, los sistemas energéticos y la financiación del desarrollo, podemos revitalizar el desarrollo económico local, ayudar a las comunidades a adaptarse a los impactos climáticos que ya son inevitables y hacer que los territorios rurales sean sostenibles. 

El Acuerdo de París trata tanto del cambio climático como del desarrollo local. Su legado solo perdurará gracias a la integridad de nuestros bosques, la sostenibilidad de nuestras granjas, la descarbonización de nuestra energía y la resiliencia de nuestras comunidades.