Foto: PNUD República Dominicana
Miles de millones de personas en el mundo dependen de los ecosistemas marinos y costeros para su alimentación, ingresos, transporte, salud y bienestar. Se estima que los sectores cuya actividad se basa en los océanos aportan 1,5 billones de dólares de los Estados Unidos a la economía mundial y mantienen alrededor de 31 millones de puestos de trabajo (enlace en inglés).
Sin embargo, el océano y sus ecosistemas también cumplen un rol clave para frenar al cambio climático, ya que absorben alrededor del 30 % del dióxido de carbono producido por los seres humanos, lo que los convierte en el mayor sumidero de carbono a largo plazo de la biosfera. Los ecosistemas de carbono azul, como los manglares, los arrecifes de coral y las praderas marinas, son también focos de biodiversidad importantes y brindan protección contra las inundaciones, la erosión y las mareas de tempestad, lo que contribuye a reducir los costos de los impactos climáticos en más de 65.000 millones de dólares anuales, según estudios recientes (enlace en inglés).
En los últimos decenios, estos ecosistemas vitales se han visto sometidos a una presión cada vez mayor debido al crecimiento demográfico, la urbanización, el desarrollo costero, la contaminación y la sobreexplotación de los recursos naturales, incluida la sobrepesca. A medida que los países van adoptando economías con bajas emisiones de carbono que priorizan cada vez más la sostenibilidad, deben velar por que sus océanos y costas estén contemplados en los procesos que implica esta transición. Para lograrlo, se puede sacar provecho de la economía azul.
La economía azul (enlace en inglés) se refiere al uso sostenible de los recursos oceánicos para el crecimiento económico, el empleo y la inclusión social y financiera, con énfasis en la preservación y la restauración de la salud de los ecosistemas oceánicos y los servicios que prestan. Los sectores que contribuyen a la economía azul van desde la pesca y el turismo hasta las energías renovables en alta mar y la biotecnología marina.
Foto: PNUD Barbados y el Caribe Oriental/Shani Leacock
Foto: PNUD República Dominicana
Para los pequeños Estados insulares en desarrollo (PEID) de América Latina y el Caribe, la economía azul reviste una importancia crucial. Estos países dependen en gran medida de sus recursos marinos y costeros para producir alimentos, crear empleos y generar ingresos para las comunidades locales. Por ejemplo, el sector turístico representa más del 9 % del PIB y más del 13 % de los puestos de trabajo en el Caribe (enlace en inglés).
Por consiguiente, muchos de estos países han incorporado medidas de economía azul en las promesas climáticas que han realizado en el marco del Acuerdo de París, conocidas como Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC, por sus siglas en inglés), y utilizan la protección de los ecosistemas costeros para mejorar tanto los objetivos nacionales de mitigación como los de adaptación.
En 2023, el PNUD elaboró una guía de recursos para la economía azul y las soluciones basadas en la naturaleza en los PEID de América Latina y el Caribe. Como parte de esta guía, el PNUD analizó cómo dichos países han integrado la economía azul y las soluciones basadas en la naturaleza para la protección y la restauración de los ecosistemas de carbono azul en sus NDC.
A continuación, proponemos cinco recomendaciones basadas en el análisis:
1. Colaborar con las autoridades públicas y las principales partes interesadas.
Identificar a las principales partes interesadas e instituciones relacionadas con las cuestiones marinas y costeras y garantizar su inclusión y participación mediante un compromiso político y una coordinación transparentes. Por ejemplo, Antigua y Barbuda cuenta con un órgano oficial de gobernanza de la economía azul, el Ministerio de Transformación Social y Economía Azul, al que hace referencia su NDC. En Belice, el Grupo de Trabajo sobre Carbono Azul representa a diversas organizaciones no gubernamentales, instituciones académicas y círculos de formulación de políticas que contribuyen sus conocimientos técnicos y fortalecen los esfuerzos para la protección de los ecosistemas costeros del país a través de políticas, estrategias e instrumentos normativos.
Foto: PNUD Cuba
Foto: PNUD Haití
2. Trazar un mapa del entorno jurídico y normativo.
Determinar el grado de alineación y las brechas en las políticas, las estrategias y los procesos de planificación existentes con el fin de integrar las cuestiones costeras y marinas, teniendo en cuenta los diferentes niveles de aplicación (nacional, sectorial y subnacional). Suriname, uno de los países con la mayor extensión de manglares de la región, ha trabajado en un proceso multinacional en el ecosistema marino de la plataforma del norte del Brasil para ofrecer apoyo técnico e institucional a las actividades de protección y restauración de los manglares. Esta labor dio lugar a un estudio de viabilidad sobre el carbono azul y a un marco de vulnerabilidad y adaptación costera. Suriname también cuenta con una estrategia nacional relativa a los manglares (de 2019, disponible en inglés) que proporciona asesoramiento técnico al Gobierno para la gestión sostenible y la conservación de estos ecosistemas.
3. Explorar instrumentos financieros innovadores.
Comprender y definir las fuentes de financiación disponibles para llevar a cabo medidas de economía azul, así como posibles mecanismos financieros innovadores relacionados con la economía azul. El PNUD descubrió que el 69 % de las NDC de América Latina y el Caribe establecían un vínculo entre las finanzas y la economía azul, y que estos gobiernos están tratando de desarrollar o aprovechar herramientas innovadoras para alcanzar sus objetivos de economía azul. Es el caso de las Bahamas, que en 2022 aprobó la Climate Change and Carbon Markets Initiatives Bill (ley de iniciativas sobre el cambio climático y los mercados del carbono), la cual permite la creación de un mercado nacional del carbono. La ley tiene como objetivo fomentar la interacción de las Bahamas con los países y las empresas de altas emisiones de carbono y garantizar que los beneficios financieros derivados del comercio de créditos de carbono estén bien regulados y se ajusten a las mejores prácticas. Con este mecanismo financiero, el país podrá ampliar el alcance de sus proyectos y objetivos climáticos.
Foto: PNUD/Michael Atwood
Foto: PNUD/Gianluca Merlo
4. Mejorar los sistemas de datos.
La calidad y la cantidad de la información y los datos son esenciales para el diseño y la aplicación de las “NDC azules”, no solo para determinar el punto de partida, sino también para medir el progreso de los objetivos y los compromisos. Es importante evaluar los datos de las reservas o los inventarios de carbono. Las NDC azules son posibles aun para los países que no disponen de inventarios de carbono azul, puesto que el desarrollo y la mejora de los procesos de recopilación de datos e inventarios pueden producirse gradualmente e identificarse como una medida de las NDC. Algunos países ya están tomando medidas para consolidar sus datos y enfoques metodológicos. En su NDC mejorada, Belice estableció el objetivo de completar una evaluación de las reservas de carbono subterráneo de los manglares para 2022, con el fin de incluir los ecosistemas costeros en su inventario nacional de gases de efecto invernadero y en otros informes pertinentes. No obstante, el 60 % de las NDC mejoradas de los PEID de América Latina y el Caribe no relacionan los temas de la economía azul con la transparencia, lo que pone de manifiesto un área de oportunidad para fortalecer en futuros ciclos de revisión de las NDC.
5. Incluir referencias a la economía azul o a los humedales costeros en las NDC.
Aplicar el árbol de decisiones, una herramienta incluida en la guía, para integrar el carbono azul en los objetivos de mitigación y adaptación de las NDC en función de los tipos de hábitats y ecosistemas costeros disponibles en el país. En sus objetivos de mitigación de la NDC actualizada, Dominica se propuso reducir el 100 % de las emisiones en el subsector del transporte marítimo para 2030, y Haití se fijó restaurar 1.000 hectáreas de manglares entre 2020 y 2023. Como ejemplos de objetivos de adaptación, Barbados incluyó una medida para restaurar los ecosistemas vulnerables de arrecifes de coral y la República Dominicana incluyó la elaboración de un Plan de Manejo Integral de Costas y Cuencas Hidrográficas.
El análisis se complementará próximamente con una evaluación de la viabilidad de las iniciativas de carbono azul y las oportunidades financieras para potenciar las medidas de economía azul. La evaluación incluirá un análisis preliminar de los proyectos de carbono azul en la región, los obstáculos y las condiciones favorables para estos proyectos, un resumen de las fuentes y oportunidades de financiación, y una herramienta de autoevaluación para determinar la viabilidad y las deficiencias para el desarrollo de proyectos de carbono azul.
El PNUD procura promover un mejor acceso a los recursos y a la información de la economía azul por parte de los PEID y de los grandes Estados costeros, no solo en América Latina y el Caribe, sino también en otras partes del mundo. De esta manera se fortalece la capacidad de los países para hacer frente a la triple crisis planetaria y trabajar por un desarrollo humano sostenible en sintonía con la Agenda 2030 y el Acuerdo de París.
Foto: PNUD/Michael Atwood
Nota del editor: Si te interesa este tema, consulta la guía de recursos: Economías azules y soluciones basadas en la naturaleza para mejorar la acción climática en los pequeños Estados insulares en desarrollo de América Latina y el Caribe.