La energía solar cambia la vida de las mujeres y transforma las comunidades rurales de Bolivia

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Mujer junto a un panel solar en Bolivia
Foto: Practical Action Bolivia

En Bolivia, cerca de una de cada tres personas reside en zonas rurales, aunque esta proporción va en descenso. Los crecientes efectos del cambio climático, a los que se suman las sequías y la escasez de agua, están forzando a comunidades que han dependido históricamente de la agricultura a pequeña escala a emigrar hacia zonas urbanas. La disminución de la producción agrícola y el incremento de la inseguridad alimentaria han impulsado a muchas personas, especialmente a jóvenes y mujeres, a procurarse mejores oportunidades en las ciudades.

Para quienes siguen viviendo en las pequeñas aldeas rurales, el acceso al agua suele depender de bombas de agua que, en su mayoría, funcionan con electricidad. No obstante, la red eléctrica nacional cubre únicamente el 81,5 % de las zonas rurales. En algunas comunidades pequeñas, la cobertura es aún más limitada, tal como ocurre con los pueblos de Santiago de Callapa y Arani, donde la electricidad solo alcanza al 53 % y al 56,6 % del territorio, respectivamente. En términos generales, unos 200.000 hogares de todo el país, la mayoría ubicados en zonas rurales y aisladas, aún carecen de acceso a la electricidad.

Las comunidades rurales suelen recurrir al diésel o a la madera para satisfacer sus necesidades, entre las que se incluyen regar las granjas y actividades domésticas como hervir agua, calefaccionar o cocinar. Sin embargo, el uso de esta clase de combustibles fósiles tiene sus desventajas: suelen ser costosos, incrementan los riesgos para la salud y contribuyen a las emisiones de gases de efecto invernadero y a la deforestación.

Pero no todas las personas afrontan estos desafíos de igual manera. Las mujeres de zonas rurales no solo se ven expuestas a vulnerabilidades adicionales debido a los efectos del cambio climático, la escasez de agua y la falta de acceso a la energía, sino que también suelen asumir la mayor parte de la carga de trabajo doméstico no remunerado en sus hogares. Además, tienen menor acceso a recursos, educación y oportunidades para tomar decisiones. Sin embargo, sus funciones, experiencias y conocimientos en la gestión de recursos como el agua y los combustibles son fundamentales para que sus comunidades se adapten a la crisis climática.

“Los impactos afectan más a las mujeres, porque son ellas las que tienen que alimentar a sus hijos”, afirma Verónica Villa. “Antes teníamos llamas, chanchos, gallinas. Ahora ya no, porque no llueve, hay sequías, y los animales mueren o la gente los vende”, explica.

Verónica es una joven de Santiago de Callapa, un pequeño pueblo cercano a La Paz, donde unas 7.000 personas habitan el árido y frío paisaje de los altiplanos, a 3.800 metros sobre el nivel del mar. Es Secretaria de la organización nacional Confederación de Mujeres “Bartolina Sisa” y forma parte de un grupo de mujeres que aprendió a operar los paneles solares que se instalaron recientemente en su comunidad para mejorar el acceso a la electricidad y el agua. Desde la instalación de los paneles solares, los agricultores han logrado aumentar significativamente el rendimiento de cultivos como la papa y la cebada gracias a la disponibilidad de recursos hídricos destinados para el riego.

“Gracias a este panel solar, todo es natural. Podemos tener agua solo con la luz del sol”, dice Verónica.

Verónica Villa
Verónica es una de las muchas mujeres de las comunidades rurales de Bolivia que ha aprendido a manejar y mantener sistemas de energía solar para abastecer de agua a su comunidad. Foto: Practical Action Bolivia

La instalación del panel solar fue parte de una iniciativa que contó con el apoyo del PNUD  y fue implementado por  Practical Action y el Gobierno de Bolivia. Esta iniciativa ofreció soluciones de energía limpia a tres comunidades de menos de 10.000 habitantes: Santiago de Callapa, Arani y Yapacaní. Las localidades, ubicadas en diversas zonas geográficas, desde las altas planicies de los Andes hasta las tierras bajas del este, enfrentan contextos y desafíos únicos. Evaluar y comprender las percepciones socioculturales en torno al cambio climático y los roles de género en estas comunidades específicas fue imprescindible para conseguir el apoyo de la alcaldía y las organizaciones locales, que ayudaron a implementar la iniciativa. El proyecto organizó sesiones de formación que capacitaron a 380 mujeres en el uso y mantenimiento de la tecnología, además de prepararlas para participar en los procesos de toma de decisiones de la comunidad.

“Las mujeres están despertando”, comenta Verónica. “Este proyecto me dio esperanzas de volver. Tenemos derechos y debemos seguir adelante”.

En general, la iniciativa ofreció a 14 organizaciones de las tres comunidades una tecnología híbrida que combina energía solar y convencional para bombear agua. Cabe destacar que también les brindó herramientas para reforzar la eficiencia de los sistemas de riego, lo que redundó en beneficios económicos para muchos agricultores y sus familias gracias a la reducción de los costos de producción. Además, al aumentar el acceso al agua gracias al bombeo, surgieron nuevas oportunidades de subsistencia, como la piscicultura y los cultivos no tradicionales.

“Cuando yo era niño, la gente cultivaba papas, trigo, maíz y arveja, pero con el cambio climático, disminuyeron las lluvias y se abandonaron las tierras. Ahora las estamos reactivando. Plantamos durazno, chirimoya, aguacate”, dice Miguel Ángel Tosico, miembro del sindicato agrícola Cuesta Pata, de Arani.

“El pozo lleva aquí un año. Antes funcionaba con un generador, pero lo dejaron de usar. Solíamos tener que pagar para usarlo, pero ya no”.

miguel angel tosico
: Miguel Ángel Tosico descubrió nuevas oportunidades en el cultivo de duraznos, chirimoyas y aguacates gracias a una bomba de agua que funciona con paneles solares. Foto: Practical Action Bolivia

Se entablaron varios diálogos con las comunidades previo al diseño de la iniciativa, lo que permitió garantizar que la tecnología se adaptara a las necesidades y prácticas locales, a la vez que se revitalizaban los conocimientos ancestrales sobre energía, gestión de recursos y agricultura.

Por ejemplo, en Yapacaní, la Asociación de Productoras Apícolas Las Meliponas (ASPROAM) solía cosechar la miel de las abejas meliponas manualmente, un proceso que requería mucho tiempo y que exigía a las mujeres hasta cuatro horas para poder recolectar un litro. Gracias a la introducción de bombas que operan con energía solar, se hizo posible extraer un litro por hora, lo que redujo el tiempo en un 75 % y permitió a las mujeres de la asociación gestionar mejor y optimizar la producción de la miel.

En Santiago de Callapa, por otra parte, la Asociación de Productores en Cerámica y Artesanía (APCA), una asociación dirigida principalmente por mujeres, adoptaron tecnologías eléctricas como hornos, tornos e hiladoras para fabricar sus productos cerámicos, textiles y otros artículos básicos. Ello implica que las artesanas ya no dependen del uso de leña, lo que contribuye a una producción más eficiente y sostenible, y reduce el impacto en la deforestación.

La iniciativa ha ayudado a las comunidades rurales de Bolivia a reforzar su resiliencia frente al cambio climático, ya que se adaptan y se diversifican sus medios de subsistencia, se incorporan las perspectivas comunitarias en la política nacional y se impulsa la capacidad de las organizaciones locales a través de formaciones sobre cambio climático y uso de tecnologías sostenibles.

También ha aportado valiosas recomendaciones para la estrategia de desarrollo a largo plazo con bajas emisiones (LT-LEDS) de Bolivia, actualmente en proceso de elaboración, a partir de la perspectiva de las comunidades rurales, lo que garantiza la ampliación futura de este tipo de iniciativas.

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Esta iniciativa apoya los esfuerzos del Gobierno de Bolivia por promover la equidad de género y la inclusión social en la adaptación, mitigación y financiación climáticas, asegurando que las consideraciones de sensibilidad e inclusión de género se integren en la Estrategia de Largo Plazo. La iniciativa fue desarrollada e implementada por Practical Action Bolivia, en coordinación con la Autoridad Plurinacional de la Madre Tierra y con el apoyo de la iniciativa Climate Promise del PNUD, como parte del programa Pledge to Impact.

En colaboración con una amplia variedad de socios, ha apoyado a más de 120 países para mejorar e implementar las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC, por sus siglas en inglés) en virtud del Acuerdo de París. Pledge to Impact cuenta con el generoso apoyo de los gobiernos de Alemania, Japón, Reino Unido, Suecia, Bélgica, España, Islandia, Países Bajos, Portugal y otros socios de financiamiento básico del PNUD. Este programa sustenta la contribución del PNUD a la NDC Partnership.