Foto: PNUD Perú
A medida que el panorama mundial ha cambiado en las últimas semanas y meses, la interconexión de las crisis a las que nos enfrentamos –el cambio climático, la COVID-19 y los conflictos– se ha convertido en el foco de atención. Así como también, la profunda interdependencia de todos los seres humanos del planeta.
Vemos cómo, por ejemplo, la guerra en Ucrania ha desencadenado una crisis energética mundial, que ha obligado a incrementar los costos de energía y a los responsables políticos a tomar decisiones urgentes sobre los combustibles fósiles, y una crisis alimentaria, con la merma de la producción de trigo del país, que ha puesto en jaque a los mercados mundiales y a la seguridad alimentaria, ya exacerbada por el cambio climático.
No se trata de titulares de prensa pasajeros. Entrelazados con la crisis climática, el aumento de los costos de los alimentos y los combustibles, la volatilidad financiera y la reconfiguración de la cadena de suministro mundial tienen graves consecuencias para la calidad de vida de las personas en todos los rincones del planeta. Por no hablar de las enormes consecuencias para las vías de desarrollo sostenible inmediatas y a largo plazo de los países.
El Acuerdo de París como herramienta para impulsar un desarrollo sostenible y resiliente
Para hacer frente a este complejo panorama se necesitan economías y sociedades que atiendan las necesidades urgentes a corto plazo y que, al mismo tiempo, allanen el camino hacia un futuro mejor.
La acción climática puede ayudar. Una y otra vez, hemos visto cómo las iniciativas para reducir las emisiones -por ejemplo, la revitalización de los paisajes o el despliegue de energías renovables- ofrecen retornos socioeconómicos inmediatos, desde sistemas agrícolas más resilientes hasta la creación de empleos verdes y un nuevo acceso a la electricidad.
Los compromisos oficiales de los países en el marco del Acuerdo de París, conocidos como Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC, por sus siglas en inglés), pueden guiar estas acciones. De hecho, podrían ser una de las herramientas más potentes que tenemos a nuestra disposición para avanzar en el desarrollo sostenible en los próximos años y décadas. Y para garantizar que las crisis a las que nos enfrentamos hoy no se agraven a futuro.
La experiencia en el marco de la iniciativa Climate Promise del PNUD, que trabaja con más de 120 países y territorios en sus NDC, es que estos compromisos ofrecen planes únicos, respaldados políticamente, para invertir en áreas que puedan impulsar el desarrollo sostenible: desde la energía y la naturaleza hasta la agricultura y el transporte.
Ganando impulso
En el marco de la iniciativa Climate Promise, hemos visto muchos países que comienzan a aprovechar las oportunidades para avanzar en sus NDC. Nuestro último informe de avance demuestra que esta tendencia continúa.
Al 31 de marzo de 2022, 94 países de la iniciativa Climate Promise habían presentado NDC revisadas, lo cual representa casi una cuarta parte de las emisiones mundiales y un 84 % de las presentaciones de los países en desarrollo. Entre estas 94 presentaciones, más del 90 % mostraron objetivos más ambiciosos en términos de mitigación y 96% mejores medidas de adaptación. En general, las NDC revisadas fueron de mayor calidad, con mejores datos, cálculos detallados y enlaces a la planificación del desarrollo. También fueron más inclusivas que en el pasado, reflejando las prioridades de un espectro social más amplio, especialmente al abordar la igualdad de género y la integración de los más jóvenes.
Seguimos apreciando cómo los países vulnerables y de bajas emisiones demuestran su liderazgo, aumentando significativamente su ambición climática a pesar de la pandemia de COVID-19 y de su limitada capacidad. Sin embargo, la financiación a escala sigue siendo un obstáculo clave para estos países, lo cual afecta la posibilidad de implementación.
Al mismo tiempo, alrededor de 60 países de la iniciativa Climate Promise han realizado el trabajo preliminar para comenzar a convertir las NDC en estrategias de inversión concretas.
Liberia, por ejemplo, cuenta ahora con una estrategia de financiación mundial y ha capacitado a más de 30 funcionarios dentro de un grupo de expertos para preparar e informar sobre las presentaciones de las asignaciones del presupuesto nacional. En Sri Lanka se realizó un análisis de los obstáculos a la inversión en toda la economía y se calcularon los costos de la NDC para orientar las intervenciones políticas y regulatorias y establecer una estrategia de inversión en la NDC.
Todos estos son avances positivos.
Del discurso a la acción
Hay indicios de que el Acuerdo de París está funcionando: se calcula que la nueva generación de las NDC sitúa al mundo en una vía de ~2,5°C, frente a los ~3,5°C de hace solo seis años.
Sin embargo, todos los países deben acelerar drásticamente sus esfuerzos para convertir estos compromisos en acciones reales.
La tarea no es sencilla. Los gobiernos deben convertir sus NDC en estrategias factibles con las partes interesadas clave facultadas para comprometerse e impulsarlas. Esto implica traducir las prioridades, los compromisos y los objetivos en medidas concretas e integrarlas en los planes y presupuestos de desarrollo; determinar cómo financiarlas; definir quién es responsable de qué; y garantizar que todo esto pueda ser supervisado y utilizado para informar de los ajustes necesarios.
Lo más importante es que los actores y socios clave estén preparados y capacitados para invertir.
Los países no parten de cero. Muchos de los resultados obtenidos con la revisión de las NDC –refuerzo de competencias y conocimientos, mejor coordinación, nuevos sistemas y creación de alianzas– también contribuirán a avanzar en la implementación.
En apoyo, el PNUD está presentando un nuevo capítulo de la iniciativa Climate Promise: "Del compromiso al impacto". Con el apoyo de los socios actuales, Alemania, Suecia, la Unión Europea, España e Italia, y de los nuevos socios, Japón, Reino Unido, Bélgica, Islandia y Portugal, ya estamos desplegando la asistencia en más de 50 países. Estamos dispuestos a apoyar a los países para que aumenten la escala y la velocidad de sus esfuerzos, para que refuercen la inclusión y para que logren NDC sólidas e integradas, conectadas con estrategias de cero emisiones netas a largo plazo.
A pocos meses de la COP27, que se celebra en un mundo cada vez más inestable, nos enfrentamos a una dura prueba: si, colectivamente, como comunidad internacional, cumpliremos nuestras promesas.
Los avances reales en la implementación de la NDC brindarán las señales de esperanza que todos necesitamos.
Si te ha resultado útil este blog, lee el último Informe de avance de Climate Promise (disponible en inglés).