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La transición energética que necesitamos no consiste solo en incorporar energías renovables, sino en crear un sistema continuo e integrado aplicable a todos los sectores y zonas geográficas. Nuestro futuro energético depende de las soluciones que superen la fragmentación y la dependencia de una única tecnología, y de la adopción de un enfoque holístico que permita responder a las demandas en evolución, los desafíos del cambio climático y los contextos económicos cambiantes. Para ello, es necesario ampliar los sistemas energéticos adaptables y resilientes que aprovechan el poder de la inteligencia artificial (IA), las tecnologías emergentes y la financiación innovadora para satisfacer tanto las necesidades de hoy como las incertidumbres de mañana. Si bien es un gran desafío, también es el camino hacia la construcción de un ecosistema energético verdaderamente sostenible y preparado para el futuro.
El PNUD y la iniciativa Energía Sostenible para Todos organizaron recientemente una sesión sobre la integración de las tecnologías de energía renovable distribuida como parte del Foro de Acción sobre el Objetivo de Desarrollo Sostenible 7 de ONU-Energía en Nueva York. Abordamos este tema junto con representantes de la asociación mundial de la industria de la energía solar sin conexión a la red (GOGLA, por sus siglas en inglés); Schneider Electric, líder en gestión y automatización de la energía; y Acumen, una organización sin fines de lucro que invierte en empresas sociales para hacer frente a los desafíos del desarrollo, y debatimos por qué algo tan crucial como adoptar un enfoque holístico y con visión de futuro para la planificación energética sigue siendo tan difícil de aplicar, sobre todo en el contexto de subsanar la brecha de acceso a la energía. Entre los obstáculos persistentes a la integración de las diversas tecnologías de energía renovable distribuida se encuentran las limitaciones financieras, como la necesidad de acceder tanto a divisas locales como a divisas fuertes, las complejas dificultades regulatorias y los desafíos que supone alinear modelos empresariales diferentes. Dado que el sector energético se ha centrado históricamente en el suministro y el crecimiento económico, sin mucha consideración por los impactos ambientales o sociales, abordar estos desafíos requiere ahora un enfoque múltiple basado en la colaboración intersectorial.
El diseño de los sistemas energéticos distribuidos debe responder a las necesidades actuales y futuras de todos los sectores
Siguen emergiendo ejemplos de verdadera integración tecnológica. Sin embargo, los distintos sectores han empezado a reconocer el valor de las soluciones energéticas interconectadas que van más allá de la electrificación básica para dar respuesta a necesidades especializadas. Con la experiencia de GOGLA (enlace en inglés) en compatibilizar los planes nacionales de electrificación con las realidades locales y las necesidades específicas de diferentes sectores, como la atención de la salud o la agricultura en Kenya y Nigeria, ha quedado demostrada su eficacia en la promoción de las soluciones solares sin conexión a la red. Mientras tanto, los modelos financieros innovadores, como los swaps cruzados de divisas que Acumen ha probado en Malawi (enlace en inglés) demuestran que es posible superar los obstáculos tradicionales a la inversión, como la devaluación de las divisas, con enfoques financieros creativos y combinados. Estos ejemplos ponen de relieve que la construcción de un sistema energético preparado para el futuro va más allá del mero despliegue de tecnologías. Se trata de crear sistemas energéticos diseñados para satisfacer las necesidades actuales y futuras de sectores esenciales como la agricultura, la industria, el transporte, la salud y la educación. El verdadero desafío consiste en garantizar que estas soluciones se apoyen en alianzas sólidas, mecanismos de financiación innovadores y marcos jurídicos y normativos (enlace en inglés) flexibles y adecuados que puedan atraer inversiones privadas y fomentar la sostenibilidad a largo plazo.
Las tecnologías sin conexión a la red no son una solución de transición a la espera de la ampliación de la red
En los debates en torno al acceso a la energía, las soluciones de energía renovable distribuida, como las minirredes y los sistemas solares domésticos, se suelen considerar como la respuesta para las comunidades rurales de difícil acceso (enlace en inglés). Estas tecnologías han sido fundamentales para suministrar energía a millones de personas en regiones remotas, y han facilitado el funcionamiento de escuelas, centros de salud y pequeñas empresas en zonas donde las nuevas conexiones a la red nacional son poco prácticas o demasiado costosas. Sin embargo, de cara al futuro, cada vez está más claro que centrarse únicamente en soluciones aisladas puede limitar la visión más amplia que necesitamos para implementar sistemas energéticos sostenibles y preparados para el futuro.
Nuestro enfoque en el PNUD se ha centrado cada vez más en crear los entornos propicios necesarios para que estos sistemas integrados se hagan realidad. Trabajamos con gobiernos, aliados del sector privado y comunidades locales para crear los marcos jurídicos y normativos necesarios para atraer inversiones y ampliar estas tecnologías, a través de iniciativas como el Africa Minigrids Programme (Programa de Minirredes de África). Sin embargo, más allá del trabajo técnico y normativo, es esencial que cambiemos la mentalidad en torno al acceso a la energía. Debemos considerar la energía renovable distribuida no como un recurso de última instancia de las zonas rurales o subdesarrolladas para satisfacer las necesidades inmediatas, sino como parte de la futura infraestructura energética de todo el mundo.
Tomemos a modo de ejemplo el reciente anuncio de una microrred en la nueva terminal del aeropuerto JFK de Nueva York (enlace en inglés). Este proyecto es una muestra de que las soluciones de energía distribuida ya no son solo herramientas para la electrificación rural, sino que se están convirtiendo en parte integral de la resiliencia y la sostenibilidad energéticas también en entornos urbanos. Este tipo de sistemas, diseñados para zonas de alta demanda, se están convirtiendo en modelos de infraestructuras energéticas resilientes y escalables en todo el mundo. El sistema está diseñado como una microrred federada (enlace en inglés) y funcionará mediante cuatro "islas de energía" más pequeñas e independientes que pueden trabajar juntas para gestionar los picos de demanda y garantizar la fiabilidad. Esta estructura, combinada con la integración de pilas de combustible para la recuperación de calor, demuestra la eficiencia y adaptabilidad de la infraestructura energética moderna. Una plataforma de gestión de la energía conectada a la Internet de los objetos (IoT) también desempeñará una función esencial en la optimización del uso de la energía en tiempo real, lo que refleja el enfoque más amplio de integración de soluciones digitales en los sistemas energéticos de las zonas rurales de África Subsahariana.
El potencial de la IA está recién comenzando a revelarse
En el PNUD, consideramos que las tecnologías de energía distribuida forman parte integral de la construcción de sistemas energéticos escalables y resilientes que se puedan adaptar a las demandas futuras. Por ejemplo, el PNUD ha colaborado recientemente con IBM (enlace en inglés) para poner en marcha modelos interactivos basados en IA diseñados para prever el uso de la energía, y ayudar a las partes interesadas a visualizar escenarios energéticos complejos. Las herramientas basadas en IA nos permiten simular la dinámica de la red, anticipar el crecimiento e incorporar innovaciones emergentes como los vehículos eléctricos y las redes distribuidas inteligentes. Esto puede facilitar el avance de sistemas energéticos más flexibles para responder a los cambios sociales y ambientales.
La futura red energética deberá ser flexible, estar interconectada y ser capaz de gestionar una combinación de fuentes de energía renovable y soluciones de almacenamiento en tiempo real. Debemos dejar de considerar las minirredes y los sistemas solares domésticos como tecnologías aisladas. Por el contrario, debemos incorporar esas soluciones a una planificación de infraestructura más amplia que incluya redes inteligentes, vehículos eléctricos, soluciones de almacenamiento móvil y sistemas digitales de gestión de la energía. Este enfoque integrado debería garantizar que estos sistemas no solo sean resilientes, sino también adaptables a los rápidos cambios de la demanda energética y a los desafíos climáticos, y que constituyan potentes motores del crecimiento económico.
En definitiva, no se trata solo de si podemos brindar acceso a la energía básica a las comunidades desatendidas, sino de cómo podemos construir sistemas energéticos preparados para el futuro que les sirvan durante decenios. El potencial beneficio para el clima de los sistemas de energía renovable distribuida es considerable: pueden sustituir a la energía basada en combustibles fósiles tanto en zonas rurales como urbanas, optimizar el uso de la energía con herramientas digitales y reforzar la resiliencia ante las perturbaciones relacionadas con el clima. Si vamos más allá de las soluciones limitadas e impulsadas por la tecnología, y adoptamos enfoques integrados y holísticos, podemos construir la infraestructura energética del futuro, una que garantice la sostenibilidad, la resiliencia y la prosperidad para todas las personas.