Foto: Harvey Lisse / PNUD Suriname
Para los que seguimos día a día el desarrollo de la crisis climática, nunca ha sido tan clara la necesidad de actuar con urgencia. Los últimos años han puesto de relieve el territorio inexplorado que tenemos por delante: se baten récords de temperatura a un ritmo alarmante, las poblaciones de especies silvestres están llegando a niveles mínimos críticos, y la humanidad está rebasando siete de los nueve límites planetarios para la vida en la Tierra.
Mientras las olas de calor, los huracanes y los incendios forestales causan cada vez más devastación y pérdidas en comunidades de todo el mundo, solo nos quedan unas pocas oportunidades como comunidad internacional para tomar medidas concertadas y evitar un aumento catastrófico de las temperaturas mundiales.
Dentro de unas semanas, se reunirán líderes mundiales, responsables de la formulación de políticas, y representantes de la comunidad científica y de la sociedad civil en la 29.ª Conferencia de las Partes (COP29) en Bakú para debatir los próximos pasos de la acción climática a nivel mundial. El principal tema del orden del día es acordar cómo serán los flujos de financiación de la lucha contra el cambio climático después de 2025, lo que incluye una conversación esencial dirigida a establecer un nuevo objetivo colectivo en lo relativo a los niveles de apoyo que se brindan a los países en desarrollo en los ámbitos de la mitigación, la adaptación y las pérdidas y daños.
Llegar a un resultado sólido en cuanto a financiación climática en la COP29 no solo proporcionaría el respaldo necesario que precisan los países en desarrollo, sino que también enviaría una señal política fundamental: que la colaboración internacional para hacer frente al cambio climático está avanzando. Esto, a su vez, puede ayudar a impulsar a la comunidad internacional hacia objetivos más ambiciosos.
El próximo hito importante se registrará en 2025, cuando se espera que los países presenten la siguiente ronda de compromisos climáticos nacionales en virtud del Acuerdo de París: las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC, por sus siglas en inglés). Estos nuevos compromisos determinarán si el mundo estará colectivamente encaminado para mantener el aumento de la temperatura media mundial por debajo de 1,5 °C.
En el PNUD somos plenamente conscientes de la coyuntura grave en la que nos encontramos en este momento. Llevamos muchos años ayudando a los países a acceder a una financiación esencial, y a elaborar y aplicar NDC sólidas. Dada la urgencia y la magnitud actuales, ahora estamos liderando una iniciativa que reúne a los organismos de las Naciones Unidas para ayudar a los países a armonizar sus NDC con los objetivos del Acuerdo de París. Esta iniciativa, denominada Climate Promise 2025, aprovecha la variada pericia y experiencia de todo el sistema de las Naciones Unidas para responder a las necesidades de los países.
Basándonos en las lecciones aprendidas de nuestro apoyo previo, creemos que existen tres principios fundamentales para que la tercera generación de NDC tenga éxito.
1. La tercera generación de NDC debe centrarse en construir las economías del futuro y en demostrar que una mayor ambición puede impulsar el desarrollo.
Sabemos que, para mantenernos en la senda de 1,5 °C, las emisiones de gases de efecto invernadero deben reducirse hasta un 42 % de aquí a 2030. Gran parte de la responsabilidad de satisfacer esta necesidad recae en las 20 principales economías del mundo, que en conjunto son responsables del 80 % de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero. Al mismo tiempo, los países en desarrollo tienen un papel fundamental que desempeñar a la hora de demostrar cómo reducir drásticamente las emisiones y aumentar la resiliencia sin dejar de favorecer las prioridades en torno al desarrollo. Muchos países están demostrando que una economía verde puede aportar nuevos puestos de trabajo, mejorar el acceso a la energía y fortalecer la seguridad alimentaria.
Durante la segunda generación de NDC, la iniciativa Climate Promise del PNUD ayudó con éxito a más del 80 % de los países en desarrollo a presentar compromisos más ambiciosos. Este impulso, en los años previos a la COP26, se centró en aumentar la ambición. En aquel momento, los países recortaron colectivamente un grado entero de calentamiento de los modelos mundiales de predicción. Aunque este esfuerzo no fue suficiente para reducir el aumento previsto de la temperatura hasta donde necesitamos, demostró que el mecanismo de ajuste de la ambición empleado por el Acuerdo de París da resultado. Hemos demostrado colectivamente que es posible.
En 2025, la ecuación es diferente. Dado que los países siguen trabajando en el cumplimiento de sus compromisos actuales y se enfrentan a una serie de crisis, como la polarización política, la pérdida de biodiversidad y los conflictos, las nuevas NDC deben responder a esta realidad y ofrecer respuestas integrales que aborden múltiples retos. Entre otras cosas, esto implica una sintonía con otros compromisos y planes, en particular las Estrategias y Planes de Acción Nacionales en materia de Diversidad Biológica (EPANDB) como parte del Marco Mundial de Biodiversidad. Deben demostrar que una mayor ambición en cuanto al cambio climático conduce también a una mayor ambición en lo relativo al desarrollo.
Foto: PNUD Peru
Foto: PNUD Malawi
2. No podremos mantener el aumento de la temperatura por debajo de 1,5 °C sin una mayor inversión en la implementación de las NDC.
A pesar de los avances en la formulación de nuevas NDC, la ambición por sí sola no basta. Tenemos que ampliar la implementación en todos los sectores.
Aquí es donde la financiación de la lucha contra el cambio climático resulta fundamental. Para recaudar los 5 billones de dólares de los Estados Unidos que los países en desarrollo consideran necesarios para cumplir sus NDC se necesitan diversas fuentes, desde las internacionales hasta las nacionales, y desde las públicas hasta las privadas. Aunque parezca una cantidad elevada, hay formas de movilizarla. Por ejemplo, según muestran nuevos estudios (en inglés), los países desarrollados podrían recaudarla gravando los combustibles fósiles y a los multimillonarios y poniendo fin a los subsidios perjudiciales, lo que reorientaría la financiación existente en consonancia con el Acuerdo de París.
Sin embargo, incluso cuando se dispone de financiación, gran parte de ella no llega a donde más se necesita. Por ejemplo, según un estudio de la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA), el continente africano ha recibido menos del 2 % de la inversión mundial en energías renovables durante los dos últimos decenios, a pesar de contar con abundantes recursos renovables.
Poner en marcha las reformas, políticas e incentivos adecuados suele ser tan importante como la propia financiación, y en muchos casos ayuda a estimular inversiones. Recientemente, la Agencia Internacional de la Energía demostró que el objetivo de triplicar la capacidad mundial de energía renovable para 2030 es alcanzable si conseguimos eliminar los cuellos de botella que obstaculizan la transición, como los permisos y las conexiones a la red.
En el PNUD ayudamos a los países a acceder a la financiación climática y a ampliar la implementación de sus NDC. Gestionamos la mayor cartera de proyectos de acción climática del sistema de las Naciones Unidas, con más de 2.000 millones de dólares en subvenciones. En el marco de Climate Promise, llevamos a cabo iniciativas clave, como la ampliación del acceso a minirredes solares en África, la aceleración de las soluciones locales para la adaptación, la potenciación de la acción climática en el uso del suelo y la agricultura, la reducción de la deforestación tropical y la mejora de la información climática y de los sistemas de alerta temprana.
Para alcanzar los objetivos de las NDC, es fundamental ampliar rápidamente esta labor mediante inversiones clave. Hacemos un llamamiento a los países para que se comprometan colectivamente a realizar inversiones audaces para hacer frente a la crisis climática, especialmente en los países de ingresos bajos y medianos, por ejemplo, por medio de la ampliación de la financiación, el alivio de la deuda y el apoyo técnico, a fin de que estas naciones dispongan del espacio fiscal necesario para emprender acciones ambiciosas.
3. Las NDC no pueden definirse y aplicarse con éxito sin la participación activa y el liderazgo de todos los grupos interesados, especialmente los más afectados.
A través de nuestro apoyo a la segunda generación de NDC, hemos demostrado que, a la hora de establecer compromisos y objetivos climáticos nacionales, la organización de procesos más inclusivos da lugar, en la mayoría de los casos, a NDC más ambiciosas. Ahora que nos adentramos en la elaboración de la tercera generación de NDC, con un doble hincapié en la ambición y la implementación, la inclusividad es aún más esencial. Las NDC no solo deben reflejar las necesidades reales de los distintos grupos, desde los pueblos indígenas hasta las mujeres y la juventud, sino que también deben aprovechar sus puntos fuertes y su experiencia para garantizar el cumplimiento de estos compromisos.
Apoyamos la inclusividad en la acción climática tanto en el plano normativo como en el de la aplicación. Por ejemplo, posibilitamos que los negociadores de los países en desarrollo participen de manera efectiva en las negociaciones mundiales sobre el clima y el medio ambiente. También apoyamos soluciones dirigidas e integradas por jóvenes para hacer frente a los retos medioambientales y climáticos, tanto financieramente como mediante el desarrollo de capacidades. Y a través de nuestro trabajo, promovemos los derechos de los pueblos indígenas y las mujeres y los ayudamos a acceder a recursos y plataformas donde puedan hacer oír su voz.
En nombre del PNUD, hacemos un llamamiento a que la próxima ronda de NDC integre mejor las voces de estos grupos y, a la vez, invierta en ellos para que lideren la implementación de los objetivos nacionales. Este enfoque dará lugar a una acción climática que reflejará verdaderamente las diversas necesidades de nuestra comunidad mundial y, a la vez, brindará los ambiciosos resultados alineados con el objetivo de 1,5 °C.
Los próximos años son decisivos para una acción climática audaz. El plazo para alcanzar las cero emisiones netas en 2050 y mantener el calentamiento por debajo de 1,5 °C se acaba rápidamente. Al mismo tiempo, ya disponemos de los sistemas y las herramientas necesarios para volver a encaminar al mundo. La incorporación de estos tres principios en todos los esfuerzos dirigidos a ayudar a los países a definir sus nuevos objetivos y metas puede ayudar a garantizar el éxito de estas NDC y demostrar que la colaboración internacional y el Acuerdo de París están funcionando. Es una oportunidad que no podemos perder.