Testigos del cambio climático: las voces de El Salvador

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Testigos del cambio climático en El Salvador

Situado a orillas del océano Pacífico, El Salvador es el país más pequeño de Centroamérica. Es un país particularmente vulnerable a los efectos del cambio climático, como el aumento del nivel del mar, las inundaciones y los fenómenos meteorológicos extremos, que cada vez ocurren con mayor frecuencia e intensidad.

El año pasado, el huracán Julia damnificó más de 400 viviendas, destruyó 7.000 hectáreas de cultivos y dejó a unas 180.000 personas sin acceso suficiente a alimentos. En 2020, las tormentas Amanda y Cristóbal causaron pérdidas y daños estimados en más de 28 millones de dólares. Más allá de su impacto inmediato, la devastación causada por estos fenómenos dificulta que el país se recupere de la crisis social y económica que atraviesa.

El cambio climático perjudica a todas las personas, pero lo hace de diferentes formas. Para que la acción climática sea eficaz, deben considerarse las necesidades y opiniones de todas las personas durante las fases de diseño, desarrollo e implementación de los planes y las políticas climáticas. Esto significa conseguir la participación de activistas climáticos, mujeres, jóvenes, pueblos indígenas y comunidades locales, así como de expertos técnicos, científicos y responsables políticos.

Teniendo esto en cuenta, el PNUD en El Salvador inauguró el año pasado la campaña Voces del Clima para promover el diálogo y la reflexión intergeneracional sobre el cambio climático. Climate Voices Campaign last year to promote dialogue and intergenerational reflection on climate change.

La campaña consistió en una serie de videos que recogían las opiniones de hombres y mujeres de distintas regiones del país. Diversas personas de entre 26 y 90 años relataron cómo ha cambiado el clima a lo largo de los años y de qué manera eso los afectó.

Participaron agricultores, estudiantes, empresarios y personas de la tercera edad. Se expusieron los testimonios de quienes vivieron fenómenos meteorológicos extremos, así como de aquellos cuyo futuro se verá muy afectado por el cambio climático.

Estas personas expresaron su preocupación por la degradación del medio ambiente, la deforestación, la pérdida de biodiversidad y el aumento del riesgo de inundaciones y sequías, fenómenos que repercuten en sus fuentes de ingresos y alimentos.

René

René, de 44 años, es ingeniero, empresario y guía turístico. Vive en Suchitoto, ciudad situada cerca del lago Suchitlán, el más grande de El Salvador, conocido por ser un sitio de pesca y por sus actividades turísticas. Durante toda su vida, René sintió fascinación por las aves migratorias que sobrevuelan el lago, como los azacuanes, que ofrecen un bello espectáculo natural a los turistas. Por esta razón, le preocupa la forma en que el aumento de las temperaturas y las sequías afectaron los patrones migratorios de estas aves.

“El espectáculo natural que supone el ecosistema de Suchitlán está afectado por lo que ocurre en el planeta. Antes el paso de los azacuanes era como un reloj exacto y siempre en el mismo tiempo, pero en los últimos años todo parece cambiar y la contaminación afecta los ciclos y las posibilidades de sobrevivencia de los animales en el lago”, afirma.

Ricardo 

Ricardo, de 51 años, ha trabajado toda su vida como obrero agrícola, principalmente en los cafetales de la zona del volcán de San Salvador, al noroeste de la capital. En los últimos años, el clima y los paisajes que rodean al volcán han sufrido una drástica transformación. A Ricardo le preocupa el crecimiento de la población urbana.

“Antes, la ciudad, las casas y los edificios se miraban lejanos. Ahora los tenemos aquí casi encima. Le quitan (tierras) al cafetal”.

Como ejemplo de los efectos del cambio climático en su medio de vida, mencionó:

“Antes, se podía predecir la época en la que florecían los cafetos y los árboles frutales. Ahora, no se puede saber con exactitud. Algunos años, los cafetos florecen dos veces, lo que genera poca ganancia. Esto es malo para nosotros”.

Reyna 

Reyna, de 72 años, ha vivido toda su vida en Santa Tecla, cerca de la ciudad de San Salvador. Le preocupan los cambios que ha percibido en el clima con el paso de los años.

“Antes esta era una ciudad fresca, donde en la mitad del año se necesitaba un suéter, había que abrigarse porque desde las montañas bajaba una brisa fría, pero ahora ya nada de eso. Es bien raro que uno necesite abrigarse, es caluroso y los meses de calor no son como antes, el calor es demasiado y es agobiante”.

Reyna también habló del aumento de las precipitaciones e inundaciones en las temporadas de lluvia y de cómo la pérdida de zonas boscosas aviva el miedo de que se produzcan corrimientos de tierra. La expansión urbana, afirma, está arrasando con las montañas y colinas. Rememora la tragedia de 2001, en la que un corrimiento de tierra sepultó una comunidad de Santa Tecla a raíz de un terremoto que se cobró la vida de cientos de personas.

Roberto

Roberto, de 81 años, es un periodista y funcionario público jubilado. Por décadas, siguió de cerca las noticias ambientales y fue testigo de los cambios que sufrió su comunidad, Ahuachapán, al oeste de El Salvador.

Antes era sencillo entender el funcionamiento del clima. Los vientos de octubre marcaban el final de la época lluviosa. Pero ahora los vientos llegan tarde, en noviembre y diciembre, y sigue lloviendo hasta bien entrado diciembre. Es preocupante”.

A Roberto le preocupa la imprevisibilidad climática de los últimos tiempos: “Si no tenemos buena siembra, no tenemos alimentación, y, por consiguiente, la situación alimenticia y la economía disminuyen”.

También mencionó los riesgos económicos y las vulnerabilidades a las que están expuestas las personas mayores debido al calor extremo.

“Se pone caro todo, y eso es otra preocupación que se suma al calor que nos afecta a todos, en especial a quienes ya somos gente de edad y necesitamos cuidarnos todavía más de los efectos del calor”.

Lilian

Lilian, de 92 años, vive en San Salvador, la capital del país, pero creció en Apaneca, una región conocida por su flora, fauna y bellezas naturales.

Recuerda con alegría su infancia, que transcurrió en el sur, entre Apaneca y San Marcos Lempa, localidades situadas en la ribera del río Lempa, el curso de agua más importante del país.

Durante su infancia, veía todo tipo de animales salvajes, incluso monos aulladores y venados, cuyas poblaciones han disminuido dramáticamente, por lo que ya no es común avistar ejemplares en hábitats naturales.

“Hoy todo parecería mentira, porque en ninguna parte de nuestro país existen monos viviendo en libertad”.

Montañas en El Salvador
Foto: PNUD El Salvador/Julio Roberto Díaz

Los videos de la campaña de El Salvador se difundieron a través de las redes sociales del PNUD y registraron más de 1,5 millones de visualizaciones. Esto logró que el PNUD interactuara con el público, que también expresó sus opiniones e inquietudes sobre los efectos del cambio climático.

Las voces de los salvadoreños, así como las de otras personas del mundo, que resuenan a través de iniciativas como Dear World Leaders y People’s Climate Vote, nos advierten de que los efectos del cambio climático son una realidad y ya están en marcha. Personas de todos los rincones del planeta exigen medidas concretas y urgentes para combatir las causas profundas de esta crisis.


En un intento de adaptarse y ser más resiliente a los efectos cada vez más perjudiciales del cambio climático, El Salvador está trabajando para fortalecer sus mecanismos de recuperación en casos de desastres. Gracias al apoyo de la iniciativa Climate Promise del PNUD, el país ha logrado avances en sus políticas y compromisos climáticos. En enero de 2022, presentó la actualización de su plan de acción, conocido como Contribución Determinada a Nivel Nacional (NDC, por sus siglas en inglés), en el cual se trazaron objetivos más ambiciosos, de acuerdo con lo establecido en el Acuerdo de París. El Gobierno está elaborando planes para materializar estos compromisos a través de la participación de la sociedad en su conjunto.