
Foto: PNUD Colombia
Cada año, se desperdicia una tercera parte de los alimentos que se producen en todo el mundo. Algunas estimaciones incluso elevan esta cifra al 40 %, o alrededor de 2.500 millones de toneladas. Esta enorme pérdida significa que también se desperdician valiosos recursos necesarios para la producción de alimentos, como el agua, la tierra, la energía, la mano de obra y el capital.
Asimismo, dado que los sistemas alimentarios representan el 30 % de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, los desperdicios alimentarios son responsables de entre el 8 y el 10 % de las emisiones causantes del cambio climático, casi cinco veces más que el sector de la aviación. También le cuesta al mundo alrededor de un billón de dólares de los Estados Unidos al año.
Mientras tanto, si bien en algunas partes del mundo se desperdician alimentos, en otras se pasa hambre: una situación que no hará más que empeorar por los efectos del cambio climático, la degradación de las tierras y la pérdida de biodiversidad. Asia meridional y África Subsahariana registran las tasas más elevadas de desnutrición del mundo, con una población de 281 millones y 278 millones de personas, respectivamente, sin acceso a suficientes alimentos nutritivos en 2023.
Al mismo tiempo, se prevé que la demanda mundial de alimentos aumente entre un 30 % y un 62 % para 2050 debido al aumento de la urbanización, los cambios demográficos y de estilo de vida, y los cambios en el uso de la tierra. Esta situación hará más difícil garantizar la seguridad y la soberanía alimentarias.
Por ello, el mundo necesita un nuevo paradigma de agricultura y gestión del uso de la tierra, basado en sistemas agroecológicos diversificados, resilientes y sostenibles que actúen de forma simultánea para brindar beneficios económicos, ambientales, sociales y sanitarios. Es esencial hacer frente a la pérdida y el desperdicio de alimentos como parte de este cambio.
Los planes climáticos nacionales son una herramienta crucial para reducir la pérdida y el desperdicio de alimentos
El Acuerdo de París y sus instrumentos ―las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC, por sus siglas en inglés), los Planes Nacionales de Adaptación (PNAD) y las estrategias a largo plazo― ofrecen oportunidades a los países para reducir las emisiones de los sistemas alimentarios y mejorar su resiliencia mediante la sustitución de los actuales enfoques extractivos y basados en los productos básicos por un enfoque holístico y sistémico que promueva la sostenibilidad, la equidad y la salud.
No obstante, si bien más del 80 % de los países incluyen la agricultura como sector prioritario en sus NDC, solo alrededor del 15 % tienen compromisos relacionados con la reducción de la pérdida y el desperdicio de alimentos. Ahora que los países están revisando sus NDC en preparación de la 30.a Conferencia de las Partes (COP30) de este año, tienen una oportunidad única para reforzar y mejorar los objetivos y las medidas relacionadas con los sistemas alimentarios e incorporar más medidas para combatir la pérdida y el desperdicio de alimentos.
Una forma crucial de lograr este objetivo es a través de un enfoque circular en el que el sistema esté diseñado desde el principio para evitar la pérdida y el desperdicio de alimentos, los subproductos alimentarios se transformen y utilicen en su máximo valor, y la producción de alimentos mejore el medio ambiente en lugar de degradarlo. Este enfoque no solo contribuye a limitar la pérdida y el desperdicio de alimentos y a reducir las emisiones, sino que también refuerza la seguridad y la soberanía alimentarias, y garantiza una producción de alimentos nutritivos, accesibles y ecológicamente sostenibles para el futuro.
Para aprovechar esta oportunidad, los países pueden utilizar recursos como la caja de herramientas interactiva en línea Incorporación de la circularidad a las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional. La primera caja de herramientas de este tipo, elaborada por el PNUD junto con la red One Planet (enlace en inglés) del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y la secretaría de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), puede ayudar a los países a encontrar, priorizar, aplicar y rastrear las intervenciones de economía circular para aumentar la ambición y la implementación de sus NDC, incluidas las medidas contra la pérdida y el desperdicio de alimentos.

Las prácticas agrícolas que promueven la resiliencia al cambio climático pueden ayudar a prevenir la pérdida y el desperdicio de alimentos en Rwanda. Foto: Mucyo Serge / PNUD Rwanda

Los agricultores utilizan cámaras frigoríficas para evitar la pérdida y el desperdicio de alimentos en Sri Lanka. Foto: PNUD Sri Lanka
He aquí cinco medidas concretas para reducir la pérdida y el desperdicio de alimentos que los países pueden incorporar a sus NDC de tercera generación:
- Optar por una producción agrícola regenerativa. Los métodos agrícolas convencionales tienen unas huellas climática e hídrica elevadas que ejercen mucha presión sobre los ecosistemas naturales, en especial sobre el agua y el suelo. Para revertir la degradación de la tierra, la pérdida de biodiversidad y el agotamiento de las aguas subterráneas a gran escala, los países pueden aplicar soluciones basadas en la naturaleza que restauren los ecosistemas, emplear tecnologías que optimicen el uso de la tierra y el agua y adoptar prácticas agrícolas regenerativas. Por ejemplo, la aplicación de la caja de herramientas en Viet Nam ayudó a encontrar iniciativas circulares en las cadenas de valor del arroz y el café. La reutilización de subproductos y de desperdicios de animales en estas cadenas de valor podría generar suficiente materia orgánica del suelo, fosfato y sulfato de potasio para satisfacer la demanda anual de fertilizantes del país. Además de reducir las emisiones, la adopción de medidas relativas a las pérdidas posteriores a la cosecha también podría contribuir a fomentar la resiliencia al reducir o eliminar la dependencia de los fertilizantes importados derivados de combustibles fósiles, crear fuentes de ingresos adicionales para los agricultores rurales, mejorar la calidad del agua y el suelo, aumentar la calidad y la diversidad de los alimentos, e impulsar la seguridad alimentaria en general.
- Examinar las cadenas de suministro y los patrones de diseño urbano para detectar oportunidades de crear sistemas alimentarios más circulares. En Asia, se estima que el 40 % de los alimentos se pierden después de la cosecha, es decir, entre esta y el plato del consumidor. Los modelos de agricultura circular urbana y periurbana pueden acercar la producción de alimentos a los consumidores y ofrecer importantes oportunidades para reducir la pérdida y el desperdicio de alimentos. Es importante destacar que esto también puede contribuir a fomentar la resiliencia frente a los impactos externos y a reforzar la seguridad y la soberanía alimentarias locales y nacionales. Puede tratarse de una solución muy atractiva para los países asiáticos en rápida urbanización, por ejemplo, en los casos en los que la demanda de alimentos ya supera la capacidad de las tierras cultivables, lo que da lugar a un sistema alimentario dependiente de las importaciones. Además, cuando las actividades poscosecha de una cadena de suministro, como el procesamiento, la transformación y el transporte de los productos alimentarios, se realizan con mayor eficacia, pueden aumentar la resiliencia y la agilidad de las cadenas de suministro y reducir aún más la pérdida de alimentos.
- Ampliar el acceso a las energías limpias y descentralizadas para extender el uso de sistemas adecuados de refrigeración y almacenamiento. En las regiones más pobres del mundo, y sobre todo en las zonas rurales, las pérdidas de alimentos a menudo se deben a un acceso insuficiente a infraestructuras energéticas fiables, lo que reduce las oportunidades de realizar actividades con valor añadido, como el procesamiento y la refrigeración. La falta de refrigeración dificulta la conservación de los productos frescos, lo que provoca pérdidas masivas después de la cosecha. Los países en desarrollo podrían evitar la pérdida de 144 millones de toneladas de alimentos al año (enlace en inglés) si alcanzaran el mismo nivel de infraestructuras de cadena de frío de alimentos que los países desarrollados. Si bien los datos más recientes indican que el número de personas sin acceso a la electricidad es cada vez menor ―de más de 760 millones en 2022 a menos de 750 millones en 2023―, el cierre de la brecha de acceso a la energía no solo podría reducir la pérdida de alimentos, sino también mejorar de manera drástica los medios de subsistencia y ampliar las oportunidades de generación de ingresos. Por otra parte, los desperdicios alimentarios u otros residuos agrícolas disponibles se podrían utilizar para la producción de biogás (enlace en inglés), lo que contribuiría a reforzar la seguridad energética. Esto es de particular importancia para los pequeños Estados insulares en desarrollo, que a menudo dependen de la importación de combustibles fósiles y son muy vulnerables a los impactos del cambio climático.
- Examinar las oportunidades de invertir en otras infraestructuras como el transporte, el riego, el procesamiento y el almacenamiento. La cadena de suministro agrícola cuenta con muchos elementos diferentes que ofrecen oportunidades para reforzar los enfoques circulares y la sostenibilidad; por ejemplo, reactivar o mantener los enfoques indígenas y tradicionales, como las antiguas redes de riego (enlace en inglés) diseñadas para gestionar los ciclos alternos de estaciones húmedas y secas. Será crucial combinar estos enfoques comunitarios con tecnologías que nos ayuden a comprender mejor el recorrido de nuestros alimentos, hacer un seguimiento de la temperatura y la frescura, calcular su madurez, mejorar las previsiones de la oferta y la demanda y determinar los flujos de residuos.
- Recuperar los nutrientes de las aguas residuales y los desperdicios alimentarios posteriores al consumo. Cada día, los países generan grandes cantidades de aguas residuales y otros desechos orgánicos que se podrían reciclar de forma lucrativa para producir abono, acondicionadores del suelo, energías limpias o agua de riego. Las aguas residuales, los excrementos y los desperdicios agrícolas y alimentarios son ricos en materias primas que se pueden volver a procesar de forma segura para convertirlos en productos con valor económico y sostenibles desde el punto de vista ambiental. La captación de estas aguas residuales mediante enfoques circulares reportaría importantes beneficios para la salud, el ambiente y la economía.
Estas medidas muestran cómo la integración de modelos de economía circular en las NDC para replantear la producción de alimentos y reducir la pérdida y el desperdicio de alimentos puede ayudar a reducir las emisiones, fomentar la resiliencia climática, fortalecer los medios de subsistencia y contribuir a la mejora de la seguridad alimentaria y la salud pública, al tiempo que se respetan y restauran los límites del planeta. A través de estos innumerables beneficios, el modelo de economía circular ofrece una visión de los sistemas alimentarios adecuada para el siglo XXI, tanto para las personas como para el planeta.
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La caja de herramientas interactiva en línea Incorporación de la circularidad a las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional se elaboró en el marco de un proyecto conjunto entre el PNUD, la red One Planet del PNUMA y la secretaría de la CMNUCC, y contó con la generosa financiación del Gobierno de los Países Bajos y Sitra, el Fondo Finlandés para la Innovación.